Por Leonardo Boff
Benjamin Forcano é um teólogo español
sempre comprometido com as questões sociais e grande apoiador da teología
latino-americana. Publicamos aquí dados da máquina de morte norte-americana no
Oriente Médio. Oxalá não sirva para deslanchar uma guerra de proporções
incontroláveis. Lboff
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En marcha la locura de
una nueva guerra
Nuestros tiempos tienen
que forzar las condiciones que hagan realidad las palabras de la Carta de las
Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos hemos resuelto evitar a las
generaciones el horror de la guerra”. Pero no son los pueblos sino
unas élites descabelladas las que, una vez más, pretenden imponer a la
humanidad el desquiciamiento de una nueva guerra.
Nosotros seguimos el curso cotidiano de nuestra vida, lo sigue la
sociedad, pero a nuestras espaldas se están acelerando los
preparativos de una nueva guerra.
Estados Unidos tiene más de 60 bases militares e instalaciones en la
zona de Oriente Medio con un Comando Central en Qátar; ha
reforzado su flota en el Golfo Pérsico aumentando el número de portaaviones,
varios de ellos nucleares; en noviembre de 2011 probó un nuevo misil
hipersónico de “Ataque Global Inmediato”, lanzado a una velocidad de 6 mil km.
hora, que puede alcanzar cualquier parte del mundo; dispone de una
nueva bomba llamada “Penetrador Masivo de Artillería”, armada con
una cabeza de uranio, capaz de penetrar 60 metros de hormigón (38 m. de roca
dura); tiene un gasto de defensa que llega a un 50 % del
gasto militar mundial y que ha doblado en el último decenio hasta
alcanzar la cifra de $ 553.000.000.000. ¿Pueden resultar extrañas las palabras
del Profesor Veronsesi de que Estados Unidos por su tradición western continúa
con una opción violenta como instrumento de control y dominio?
Los datos aducidos son preocupantes, en el sentido de que el poder de
minorías nacionales desalmadas contradicen y se imponen al sentir mayoritario
de la sociedad.
Todas las guerras son demenciales, pero lo son mucho más las guerras de nuestros días. Sin embargo, con su poder mediático ingente, logran ocultar esa demencia y presentarla como necesidad imperiosa frente a otros males mayores que sobrevendrían sin la guerra. Y así comienzan a marearnos con su hipócrita retórica. Lo sabemos y lo hemos experimentado hasta la saciedad en las guerras de Irak y Afganistán. Pero, han logrado paralizar nuestra acción y conducir arrogantemente lo que esperaban iba a ser un triunfo. Hoy, se retiran con la amargura del fracaso. Pero retornan sin aprender, condenados a proseguir el fatal recorrido de sus intereses imperialistas, aunque cueste millones de vidas y laceren hasta la médula al resto de la humanidad.
El clamor creciente contra la guerra brota del corazón de los
pueblos. Nos habíamos hecho a la idea de no reincidir nunca más en semejante
locura.
La desigualdad es la piedra angular de toda la historia colonizadora e imperialista y la clave que sustenta la ventaja y superioridad de unas naciones sobre otras. Hay, de parte de quienes más dicen defender la justicia y el Derecho Internacional, una transgresión palmaria de los mismos. Basta con leer los dos primeros artículos de la Carta de las Naciones Unidas:
“Los propósitos de las Naciones Unidas son: 1. Mantener la paz
y seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas
colectivas para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para
suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y
lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de
la justicia y del derecho internacional , el ajuste o arreglo de controversias
o situaciones internacionales susceptibles de conducir al
quebrantamiento de la paz. 2. Fomentar entre las naciones
relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de
igualdad de derechos y de la libre determinación de los
pueblos, y tomar medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”
(Capítulo I, Artículo 1) .
“Para la realización de estos propósitos la Organización y sus
miembros procederán de acuerdo con los siguientes principios: 1. La
Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus
miembros” (Capítulo I, artículo 2).
La praxis histórica de determinadas políticas nos lleva a concluir que,
en realidad de verdad, esa igualdad soberana es humo de pajas. Quiero
aplicar al momento presente, lo mismo que cuando la guerra de Irak
escribió Eduardo Galeano: “El presidente del planeta anuncia su próximo crimen
en nombre de Dios y de la democracia. Así calumnia a Dios. Y calumnia, también,
a la democracia, que a duras penas ha sobrevivido en el mundo a pesar de
las dictaduras que Estados Unidos vienen sembrando en todas partes
desde hace más de un siglo”.
Una guerra como la que se está anunciando es del todo injustificable y
representará la muerte de grandes valores para una
convivencia internacional justa, libre y pacífica.
Fonte:
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